¿Por qué me dejaste amor? Si yo, reconozco jurídicamente que te amo; ¿Cómo no apelar a ti?, si fuiste mi recurso de amparo; mi tribunal de casación; mi unificador de sentimientos; mi única instancia.
¿Cómo no reconocer tus derechos posesorios sobre mi? Si en mi desarraigo fuiste mi domicilio constituido. O procesal (nunca supe la diferencia amor, ¿la hay?). Y aquellas noches de amor, ¡¿cómo olvidarlas?!; si en ellas vivimos los hechos conducentes, que en definitiva, permitieron mi apertura a prueba.
Y es cierto mi amor, sé que la documental no llegó a cumplirse, pero debes reconocer, al menos, que en la confesional mis sentimientos fueron más claros que nunca . Casi diría que hicieron plena prueba. ¡Ay amor!, mi dulce exhorto; mi notificación válida, mi posesión legítima aunque viciosa, mi sentencia favorable y definitiva: ¿porqué me abandonaste? ¿Porqué tuviste esa dura contestación a mi demanda? ¿Acaso no cabe, todavía, en tu corazón un recurso extraordinario? ¿Acaso no conciliarías? ¿No homologarías, no acordarías?
Mi amor, larga viene siendo mi espera, y mi quita; mi amor, el tiempo corre y los sentimientos caducan . ¿O prescriben?, ¡maldita mi confusión entre caducidad y prescripción!
Espero con estas líneas revertir la carga de la prueba, espero tu última respuesta, no puedo negar que mis sentimientos entraron en cesación de pagos, pero por favor amor no me pidas la quiebra. Busquemos un acuerdo preconcursal o preventivo. Busquemos una salida, la que prefieras, porque si no amor, moriré. Moriré antes de que el proceso haya terminado.
Mi caso federal, ¡cuánto te he amado! Y así y todo mi amor, mi viejo amor jurídico, me dejaste. Me dejaste amor, me dejaste, me dejas, me... Pero ¿sabes?, a medida que deslizo mi romántica mano sobre el teclado que crea este receptor de emociones, me doy cuenta que lo nuestro nunca hubiera sido posible: ¿Cómo tú, un amante de vida, de letras, pudo enamorarse de mí, tu error de Derecho inexcusable?