domingo, 11 de diciembre de 2011

Ausencia

10:49 de otra noche más sin ti.

Me duelen mucho las ausencias, me duele quienes se van y no regresan, me duelen las esperanzas perdidas, pero sobre todo me duele haberte perdido a ti.

11 de diciembre de 2011, 348 días sin tu compañía y cada día siento que me ahogo muchísimo más en esta soledad que me abruma, que me pesa.

La casa en estas fechas, o en todas las fechas, más bien, se siente sola, fría, abandonada. Resulta casi imposible recordar ese calor de hogar que inundaba todas las habitaciones, ese que llenaba la vida de sonrisas, aún en los peores momentos.

Tantas horas, tantos días, tantos meses sin ti se me están acumulando en el alma, en esta alma que se está volviendo triste y solitaria, la que todos los días busca encontrarte en alguna parte, la que desesperadamente se  da cuenta de que está sola, y que su mejor parte se fue hace tiempo, a un lugar a donde no puedo ir a buscarla, en un lugar donde no puedo estar ahora.

¿Puedo? ¿Estar? ¿Contigo? ¿Ahora?

Silencio, nadie responde, tu voz se ha ido. Silencio porque sé que tu voz resuena en otras partes, probablemente en otras estaciones, qué se yo, tal vez en otras constelaciones.

Mientras tanto, yo sigo aquí, en el lugar donde me dejaste, en este terrible lugar que es abismo y dolor y pérdida, en este lugar donde mi voz ya no suena, donde mi voz se derrumba como si fuera castillo de arena. Sigo aquí, donde me enseñaste a llorar una sola lágrima, esa que ya lloré tantas veces, hasta que se me secara el alma.

Sigo aquí, porque no tengo otro lado dónde estar, porque la enmudecida voz de mi esperanza se ha apagado, porque se que te has ido y que yo me quedo, porque tengo que luchar cada día para levantarme, para no dejar que las garras de la muerte me venzan, para que sea yo la que la busque y no ella la que venga.

Sigo aquí, esperando una señal, una esperanza, algo que me diga que la vida no termina en estos instantes de agonía, que la vida no se detuvo con tu partida, pero todos los días esa esperanza se derrumba cuando este frío invierno me perfora el alma.

Que te vas, que te has ido, que no vuelves.... que tampoco tú me quieres contigo y que yo no me quiero sin ti. Otro diciembre vacío, frío, desolado... otro invierno desde tu partida, y yo sigo aquí.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Castillos de Arena




¿Por qué no me dijiste que estabas construyendo 
ese castillo de arena?
Hubiera sido tan hermoso 
poder entrar por su pequeña puerta,
recorrer sus salados corredores,
esperarte en los cuadros de conchas,
hablándote desde el balcón
con la boca llena de espuma blanca y transparente
como mis palabras,
esas palabras livianas que te digo,
que no tienen más que el peso
del aire entre mis dientes.
Es tan hermoso contemplar el mar.
Hubiera sido tan hermoso el mar
desde nuestro castillo de arena,
relamiendo el tiempo
con la ternura
honda y profunda del agua,
divagando sobre las historias que nos contaban
cuando, niños, éramos un solo poro
abierto a la naturaleza.
Ahora el agua se ha llevado tu castillo de arena
en la marea alta.
Se ha llevado las torres,
los fosos,
la puertecita por donde hubiéramos pasado
en la marea baja,
cuando la realidad está lejos
y hay castillos de arena
sobre la playa...